“No estamos dejando que La Primavera se regenere”: Sandra Valdés
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“No estamos dejando que La Primavera se regenere”: Sandra Valdés
La parte más dura del estiaje todavía no llega y el bosque ya sufrió un incendio que consumió 7 por ciento de su superficie. Aunque el decreto como Área Natural Protegida ha servido para resguardar la zona, es necesario pasar del enfoque reactivo al preventivo, dice la académica.
Édgar Velasco
Desde que se tiene registro, es decir, desde 1998, el fuego ha consumido 77 mil 764 hectáreas del Bosque La Primavera. “Esto representa 254 por ciento de la superficie total del bosque”, dice Sandra Valdés. Dicho de otro modo, en poco más de 25 años el pulmón de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) se ha quemado en su totalidad dos veces y media. “Hay zonas que se van quemando de manera reiterativa y hay otras, muy poquitas, que no se han incendiado. Donde hay mayor número de incendios es donde hay mayor presión urbana”, agrega la directora de Anillo Primavera y pone como muestra el incendio del 9 y 10 de marzo, en la zona del Technology Park, que de acuerdo con los registros consumió 7 por ciento de la superficie del bosque.
La también coordinadora de la Licenciatura en Arquitectura del ITESO cambia de ventanas en su computadora. En una tiene el sitio del Fire Information for Resource Management System (FIRMS) de la NASA, que permite monitorear incendios en tiempo real y donde se puede ver gráficamente el impacto del incendio de principios de mes; en otra se ve La Primavera mediante la plataforma Google Earth, en la que es posible atestiguar cómo la urbe va ganando terreno. “Aquí se puede ver cómo la declaratoria como Área Natural Protegida sí ha servido para contener”, dice Valdés Valdés, quien cambia de ventana y ahora muestra fotografías e infográficos con las afectaciones de los incendios en el área del Bosque Escuela del ITESO, en 2019, y las compara con las de otro incendio en otra zona, de 2021.
“Lo que vemos es que cuando se incendia el bosque, y luego se incendia de nuevo antes de que se logre recuperar, va reduciendo su capacidad de autorrecuperarse. Es muy importante dejar que el bosque se recupere solo; hemos detectado que tiene una alta capacidad de regeneración, pero no lo estamos dejando”, dice la académica y muestra más imágenes en las que se puede apreciar cómo el Bosque Escuela ha comenzado a recuperarse. “Tenemos robles que están teniendo follaje de nuevo, está regresando la fauna”, agrega.
A pesar de todos los incendios que han sucedido, dice Valdés, en la parte alta del bosque se tiene completa la pirámide alimenticia, es decir, hay registro de fauna desde la más pequeña hasta los pumas. “Tenemos registro de puma este año. En los últimos siete años hemos registrado presencia, con incendio o sin incendio, el puma sigue estando presente y de ahí para abajo tenemos la cadena alimenticia completa. Esto es un gran indicador, porque quiere decir que es un bosque con la capacidad para albergar este tamaño de vida. El ecosistema es capaz de generar los elementos necesarios para que la vida exista”.
Sin embargo es necesario dejar que el bosque pueda trabajar. El monitoreo que realizan desde Anillo Primavera ha permitido documentar que la presencia humana puede alterar la dinámica del ecosistema. Por ejemplo, una carrera de bicicletas puede hacer que dejen de aparecer los venados, que buscan zonas alejadas de las personas. Y luego viene la temporada de estiaje, en la que “el bosque es más vulnerable, pero es también la temporada en que a la gente más le gusta ir por las vacaciones de Semana Santa”.
Para Valdés es muy importante que la ciudadanía de la ZMG entienda los servicios ambientales que provee el bosque. “Es una fábrica de aire fresco y de lluvia, es una zona de absorción de agua, es una zona en la que se puede trabajar la seguridad alimentaria”, dice y continúa: “La Primavera es un indicador de nuestra calidad de vida, cualquier afectación en el bosque afecta nuestra calidad de vida. Cuando hay incendios no podemos respirar, se activan las contingencias; si el suelo se afecta, se absorbe menos agua y esta llega a la urbe y se provocan inundaciones”. En esa línea, agrega, uno de los principales problemas es que los seres humanos “no estamos acostumbrados a asumirnos como parte del ecosistema, pero lo somos. Los primeros pobladores llegaron aquí porque encontraron condiciones propicias, pero el ecosistema estaba primero”.
Para resguardar el bosque, es necesario cambiar del enfoque reactivo —“nos dicen, ‘tenemos tantos helicópteros para combatir los incendios, tantos brigadistas, con este equipo vamos a llegar más rápido’”, comenta— y pasar a uno que sea preventivo. Y enlista tres situaciones que pueden ayudar a avanzar en ese camino: primero, la toma de decisiones desde los gobiernos estatal y municipales debe priorizar la conservación del bosque y regular la urbanización; segundo, la academia debe generar conocimiento y proponer alternativas que puedan realizarse para incidir de mejor manera en la recuperación; tercero, trabajar con la sociedad para enseñarle a las personas a entrar al bosque.
“Hay que enseñarles a respetar las zonas, a seguir determinadas reglas, a no llevar perros”, dice y explica que muchas personas los llevan para abandonarlos en el bosque, o los extravían, lo que causa cambios en las dinámicas del ecosistema. “Hemos documentado la presencia de jaurías de perros que andan en manada y alteran la vida silvestre del bosque”, menciona la académica y recuerda uno de los ejemplos más descabellados: una vez, alguien llevó un cocodrilo para liberarlo en la zona del río Caliente.
Valdés reitera la importancia de comprender el impacto que tienen las afectaciones que sufre La Primavera: “Sin áreas naturales, nuestra calidad de vida se ve reducida”.
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