Entre el gris de las baldosas y el ritmo acelerado de los negocios, un bebeleche aparece como un susurro de juego. Pintado en blanco sobre la acera desgastada, interrumpe la seriedad de la ciudad y de sus comercios con un gesto infantil. No es solo un juego: es una toma silenciosa. Un recordatorio de que, incluso en los rincones más comerciales, los niños encuentran formas de insertar alegría, movimiento e imaginación. Con cada salto, se resisten a ser empujados a los márgenes. Reescriben las reglas de la calle, aunque sea por un instante, y la transforman en un espacio que también les pertenece. Ellos son los verdaderos maestros del juego, porque encuentran la forma de divertirse en un lugar que no está pensado para ellos. Ubicación: Calle Morelos, esquina con calle Coronilla