Hay más empleo formal pero menos calidad de vida
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Hay más empleo formal pero menos calidad de vida
Ignacio Román Morales, profesor del ITESO, reflexionó sobre el desempeño de la economía en actual administración presidencial.
Adriana López-Acosta
¿Por qué mayor empleo no es sinónimo de mejor economía nacional? ¿Por qué las culpas van de lo histórico-nacional, los expresidentes Luis Echeverría y José López Portillo, a lo extranjero, la crisis financiera en Estados Unidos de 2008, y hasta lo anecdótico, como la idea de que la rebelión zapatista ahuyentó la inversión extranjera?
En el primer día del Foro de análisis de la coyuntura: economía, política y medio ambiente en el primer año de Enrique Peña Nieto, el pasado 3 de junio, Ignacio Román Morales, profesor del Departamento Economía, Administración y Finanzas del ITESO, reflexionó sobre el desempeño de la economía en la actual administración presidencial, en la que se han realizado importantes reformas.
Para el académico, el problema es el entendimiento que se le da a la teoría económica aplicada a la situación real y humana del país.
Sexenio tras sexenio, las reformas estructurales prometen beneficios que, a grandes rasgos, se dividen en tres aspectos: mayor empleo, mejor calidad de vida y preservación del medio ambiente.
Los esfuerzos en lo económico han sido numerosos. La apertura comercial en México en 1986, con la integración al Acuerdo General de Comercio y Aranceles (GATT), lanzó esperanzas de más inversión y comercio, lo cual significaría mayor empleo. La promesa se extendió con el primer Tratado de Libre Comercio, firmado en 1993 con Estados Unidos y Canadá.
Las nuevas reformas en el gobierno de Peña Nieto anuncian bondades como mejoras en la calidad educativa y reducción de los precios de gas y luz, entre otras. Los impactos de crecimiento, específicamente con la reforma laboral y la hacendaria, se enfocan en la creación del empleo formal.
En lo inmediato, reconoce Román, el número de asalariados de grandes empresas crece; el otro gran cambio se traduce en jornadas de trabajo más largas —de hasta 64 horas semanales, cuando la Ley Federal del Trabajo dicta que son máximo 48, y las extras deberán ser remuneradas—, porque eso es lo que da confianza al inversionista, y al mismo tiempo genera una sociedad más polarizada porque no se tiene regulación y el esquema de derechos se pierde.
Este es, en su opinión, el problema fundamental del impacto de corto plazo, pues mientras que sí se cumplen los objetivos numéricos—sí hay más empleo y sí hay más formalidad—, los sueldos no alcanzan para sostenerse, y si además se tiene un mercado abierto en el que cuestan menos los productos importados que los nacionales, lo que resulta es un mercado interno profundamente deprimido.
"Como conclusión, tenemos un aumento de la formalidad, sí, pero de una formalidad que yo le llamo ‘miserabilizada'", explica Román. "Sí se cumplen los objetivos, pero eso no tiene nada que ver con una mejora en la calidad de vida, ni en la dignidad y decencia del trabajo en términos de las definiciones que establece la Organización Internacional del Trabajo (OIT)".
Esta caída de la informalidad y ascenso de la formalidad, de acuerdo con el académico, lejos de estar asociado a una mejora en la capacidad de crecimiento del país lo que hace es tener un mercado más deprimido que hace que la economía sea más lenta.
Como contraparte, menciona Brasil como ejemplo de economía con mayor regulación y apuesta por su mercado interno en América Latina, que ha logrado reducir significativamente sus niveles de pobreza como su concentración del ingreso, en una lógica de largo plazo.
La apuesta de apoyo económico en administraciones pasadas era la de "economía de hogares", en la que se venían productos de catálogo, trabajos de campo como jornalero, y hasta los tintes ilegales de piratería. Pero con los aparatos de la reforma fiscal, se vuelve más difícil ser informal.
Román aclara que la informalidad no es la solución de la economía, pero que es el refugio de muchísima gente, derivado de falta de sueldos dignos y pocos empleos en el sector de servicio. "La gente, al final de cuentas, de algo tiene que vivir, no se le puede decir simplemente, ‘tú sobras'".
"El ciudadano no es solo mercado; si nos regimos solo por la oferta y la demanda, hacemos una caricatura del ser humano", declara. No es ver al ciudadano como rentable para una empresa, ni que la universidad sea proveedora de lo que el mercado laboral necesita, sino que "la educación debe cambiar las cosas, no solo mantener inercias".
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