Nuestra sociedad estaría mejor con una cultura mínima en ciencias
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"Nuestra sociedad estaría mejor con una cultura mínima en ciencias"
Arturo Sánchez Carmona, egresado del ITESO e integrante de la Academia de Ingeniería de México, destaca que para impulsar el crecimiento científico en México hace falta darle más importancia a las matemáticas y ciencias exactas en la primaria y secundaria.
Vanesa Robles
En México hay ingenieros buenos, pero faltan políticas que permitan entender, generar y replicar ciencia. Lo dice Arturo Sánchez Carmona, egresado de Ingeniería Química del ITESO, y desde hace poco miembro de la Academia de Ingeniería de México.
A principios de los años ochenta, Sánchez estudió para ser ingeniero químico administrador en el ITESO. Luego hizo una maestría en Ingeniería, en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y un doctorado en el Colegio Imperial, en Inglaterra. Allá, su tesis doctoral recibió los premios Newitt y Armstrong al mejor trabajo en su tipo: una investigación de matemáticas aplicadas que llevó al perfeccionamiento de sistemas automatizados para que el software no produzca fallas en lugares y situaciones que afectarían la vida de las personas. Algunos ejemplos son desde plantas químicas y laboratorios nucleares y los cajeros automáticos.
Investigador visitante de los departamentos de Computación del Colegio Imperial, en Londres, Inglaterra, y de Ciencias de la Ingeniería de la Universidad de Oxford, Sánchez coordina el Laboratorio de Futuros en Bioenergía del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav) Unidad Guadalajara y preside el Grupo Consultivo del Centro Mexicano de Innovación en Bioenergía.
¿Cómo le explicamos a un país que le tiene miedo a las matemáticas que la ingeniería es importante?
Está fácil. Casi todo lo que nos rodea tiene qué ver con las matemáticas. Este teléfono celular que estás usando, aquel bote donde tomas agua y ese ventilador son productos que pasaron por un proceso de creación en el cual la ingeniería tuvo un papel fundamental.
Las actividades de los ingenieros son muy creativas. Hacen uso de ciertas técnicas y herramientas que no son necesariamente las de un artista, pero crean cosas nuevas. La idea de que las matemáticas son el enemigo provoca que muchas personas no vean con claridad el papel que la ingeniería tiene en sus vidas: para hacer buenos muebles, herramientas para la comunicación o medicina. Todo eso tiene un fundamento en las ciencias básicas y cada vez más en biología.
La ingeniería química es un ejemplo y más en los últimos años, pues su ámbito de acción se ha ampliado hacia las industrias farmacéutica, alimentaria e incluso al desarrollo de dispositivos de comunicación en el cómputo. ¿O cómo le transfieres energía a los aparatos? Encontrar esta respuesta es el pan de cada día de los ingenieros químicos, que cada vez trabajamos más en equipos multidisciplinarios.
Pero ¿cómo nos quitamos el miedo?
Una clave está en la formación básica. Falta entrarles a estos temas en la primaria y la secundaria, de tal forma que todos tengamos una cultura mínima en matemáticas y ciencias exactas. No es cosa del otro mundo. Muchos entendimos las reacciones de combustión a partir del experimento en el que poníamos alcohol en una caja de Petri y lo encendíamos con un cerillo para ver qué pasaba. Si pudiéramos relacionar este tipo de actividades con nuestra vida cotidiana, si desde niños entendiéramos que la física y la química se conectan con la geometría y las ciencias sociales, no nos costaría mucho entender que, por ejemplo, el uso de combustibles fósiles para los autos motorizados genera dióxido de carbono.
El entendimiento de las matemáticas y de la ciencia también sirve para evitar tragedias, como la explosión en Hidalgo [en el municipio de Tlahuelilpan, el 18 de enero de 2019]. Allá, la gente estaba bañándose en gasolina, un líquido volátil y muy inflamable, por lo que la fricción de la ropa o de un plástico era suficiente para generar una chispa.
Nuestra sociedad estaría mejor con una cultura mínima en ciencias.
También existe la idea de que la ingeniería también está asociada a la degradación del medio ambiente.
Hay que separar los hechos. La ingeniería por sí sola no es responsable de ninguna contaminación ambiental. Las causantes son las entidades que no cuidan la calidad de sus emisiones y desechos. Es cierto que muchas de las grandes contaminantes en la cuenca del río Lerma-Santiago son industrias químicas y alimentarias, pero eso no tiene qué ver con la ciencia, sino con la falta de aplicación de las leyes ambientales y con la impunidad.
Mencionó a la sustentabilidad económica entre las situaciones en las que la ingeniería puede aportar, ¿de qué manera puede contribuir a acortar las brechas sociales que afectan a México?
El tema tiene relación con la distribución y la aplicación del conocimiento en general, no sólo en el caso de las ingenierías. El meollo es que está muy relacionado con la necesidad de presupuestos y políticas públicas que contribuyan a generalizar la aplicación del conocimiento. Durante el sexenio pasado hubo políticas muy conservadoras, con mucha participación del sector privado. El conocimiento en el país ha ido caminando por esa dirección.
Por el otro lado, en México hay ingenieros muy buenos y sus actividades pueden contribuir en la sustentabilidad social y económica.
A propósito de ingenieros buenos, ¿por qué es importante que lo hayan incluido en la Academia de Ingeniería de México?
Es una institución importante porque aglutina a personajes públicos y privados que participan en los órganos consultivos de instituciones como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la Cámara de Diputados.
Cuando se abren consultas muy específicas, la Academia de Ingeniería de México nos informa del tipo de consulta, se forman equipos para la construcción de respuestas colegiadas y podemos influir en las leyes relacionadas con la ciencia y la tecnología y en las políticas públicas.
Su tesis doctoral, para el Colegio Imperial, en Inglaterra, recibió los premios Newitt y Armstrong a la mejor investigación de ese tipo, ¿sigue la misma línea?
La hice sobre matemáticas aplicadas, lo que me llevó a los sistemas automatizados.
Hoy un grupo de especialistas trabajamos en la generación de combustibles a partir de la biomasa, que es la materia orgánica que se ha producido por organismos como residuos orgánicos municipales, cadáveres, residuos agrícolas.
El propósito es reducir el uso de los materiales fósiles en la producción de energía.
Ahora trabajo en el Laboratorio de Futuros del Cinvestav, y coordino un proyecto de la Secretaría de Energía federal. Incluye a diez instituciones, con el afán de producir biocombustibles líquidos, gasolinas que no provengan del petróleo sino de fuentes renovables, pues contaminan menos.
Ya tenemos tecnología, a partir de residuos agrícolas. Falta la definición de políticas claras para que estas energías puedan usarse por todos. Insisto, en México hay ingenieros muy buenos.
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