¿Y si el silencio no fuera solamente ausencia de sonido, sino también un lenguaje propio?
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¿Y si el silencio no fuera solamente ausencia de sonido, sino también un lenguaje propio?
Imagina que nacieras en un mundo donde el sonido no es tu forma principal de entrar en contacto con los demás. No escuchas el canto de los pájaros, la voz de un padre que te llama, la risa de los amigos. Pero, al mismo tiempo, empiezas a construir otra forma de mirar, de tocar, de leer gestos, de interpretar el mundo. Para muchas infancias con discapacidad auditiva, ese mundo es tan real como cualquiera y merece ser comprendido.
La infancia, el oído y el lenguaje que emerge
Cuando hablamos de desaparecimiento del sonido, no solo nos referimos a la pérdida auditiva, sino al desafío y al potencial de transformar esa condición en un modo distinto de comunicarnos. En la infancia, cuando la audición es reducida o ausente, el desarrollo del lenguaje, de la interacción social y de la identidad no es simplemente “menos”, sino diferente. Los niños con pérdida auditiva pueden presentar retrasos en el lenguaje, en la alfabetización y en habilidades sociales si no reciben apoyo adecuado. Por ejemplo: “Children with any degree of hearing impairment have been shown to exhibit poor language development, leading to lower literacy
rates diminished social skills / Se ha demostrado que los niños con cualquier grado de discapacidad auditiva presentan un desarrollo del lenguaje deficiente, lo que conlleva menores índices de alfabetización y habilidades sociales reducidas..”
Al mismo tiempo, otro estudio muestra que cuando reciben intervención temprana, los niños con pérdida auditiva pueden tener niveles de inclusión social “comparables a los de sus pares con audición típica”. Entonces, lo que importa no es únicamente la ausencia de sonido, sino cómo la infancia con discapacidad auditiva recibe acompañamiento, construye su identidad y se inserta en el tejido social.
El silencio que enseña: aprendizajes de otro modo de escuchar
Para una niña o niño que no oye, el silencio puede ser el espacio donde florecen otros sentidos: la mirada, los movimientos, el tacto, la lengua de señas. Aprender que la comunicación no depende exclusivamente del sonido abre posibilidades de expresión que muchas veces “oyentes” no exploramos.
Lengua de señas, gestos y comunidad
La lengua de señas no es una mera herramienta de traducción: es identidad, cultura, memoria. Incorporarla en la vida de una infancia sorda o con hipoacusia significa abrir una puerta hacia la comunidad, hacia la pertenencia. Y aún más: para la sociedad en general, conocer la lengua de señas es una oportunidad de inclusión activa.
Inclusión educativa y social
Cuando las escuelas, los maestros, los espacios públicos se adaptan (por ejemplo, con subtítulos, intérpretes, ambientes acústicos adecuados, buena visibilidad de quien habla), el mundo se transforma. Un estudio acerca de “social inclusion for children with hearing loss / Inclusión social para niños con pérdida auditiva” concluyó que “most of the children with hearing loss had comparable outcomes to those with typical hearing on the ‘education’ and ‘interacting with society and fulfilling social roles’ facets / La mayoría de los niños con pérdida auditiva obtuvieron resultados comparables a los de aquellos con audición típica en cuanto a la «educación» y la «interacción con la sociedad y el desempeño de roles sociales” cuando se usan intervenciones de lenguaje oral y hablado. Esto nos dice que la barrera principal no está únicamente en la pérdida de audición, sino en el diseño del entorno.
¿Qué necesita la infancia para desplegar su lenguaje del mundo?
Detección y acompañamiento temprano: Cuanto antes se identifique la pérdida auditiva y se brinde intervención, mejores serán las oportunidades de desarrollo.
Entornos adaptados: Tanto el espacio físico (buena acústica, visibilidad de la fuente de habla) como el pedagógico (maestros preparados, apoyo de lengua de señas, tecnología) importan. En “Inclusive Teaching: Deaf and Hard of Hearing / Enseñanza inclusiva: Personas sordas y con discapacidad auditiva” se señala que los estudiantes sordos o con hipoacusia “pueden preferir estrategias de aprendizaje visuales” lo cual representa desafío si el aula se basa sólo en oralidad.
Cultura de pertenencia y comunidad: No basta con “incluir” al niño como receptor pasivo, sino que la comunidad familia, escuela, pares debe reconocer su forma de comunicarse, darle voz, visibilidad.
Conciencia y cambio de actitudes: La inclusión empieza con la actitud, ver a la persona como portadora de una forma distinta de estar en el mundo y no como alguien que “pierde”.
El silencio que habla
En nuestra vida cotidiana, estamos tan acostumbrados al sonido ya sea el tráfico, la música, la voz humana que pocas veces nos ponemos a reflexionar qué significa no oír o escuchar de otro modo. Pero para muchas infancias con discapacidad auditiva, el silencio no es invisibilidad. Es un espacio hacer-y-ser, un desafío que se convierte en idioma, una forma valiosa de estar-y-ser escuchados.
Cuando educamos para la diversidad auditiva, cuando adaptamos nuestras escuelas, nuestros parques, nuestras conversaciones, abrimos el mundo a todos. Y es justo en esa apertura donde descubrimos que quizá no escuchar lo que amamos no significa perder todo, sino construir otra forma de amar, de comunicarnos, de pertenecer. Porque en el silencio florece un lenguaje propio, una voz distinta, que merece ser reconocida y celebrada. ¿Y tú qué puedes hacer desde hoy?
Referencias
• “Social inclusion for children with hearing loss in listening and spoken language early intervention: an exploratory study”. https://bmcpediatr.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12887-017-0823-y
• “Meeting the educational needs of children with hearing loss”. https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC6796661/
• “Identifying reduced hearing in children who have developmental disabilities: Insights for inclusive research practices with electronic health records” https://www.frontiersin.org/journals/psychology/articles/10.3389/fpsyg.2023.
1134034/full