El legado de Ignacio de Loyola
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El legado de Ignacio de Loyola
San Ignacio de Loyola respondió a las necesidades de su tiempo y propuso una renovación eclesial y espiritual. Fue impulsor de la Contra-reforma junto con Santa Teresa y fue el puente entre la Iglesia y la modernidad naciente. Una herencia que dejó a la Iglesia y sociedad fueron sus ejercicios espirituales y un método para el discernimiento de espíritus. Un hombre libre, soñador y fiel a la Iglesia.
Ignacio nació en 1491. Fue un hombre apasionado y emprendedor que estaba a las órdenes del Rey para defender su territorio.
Su vida tomó un giro cuando, al ser herido por una bala de cañón que rompió su pierna, experimentó sentimientos distintos al pensar seguir su vida de caballero y en imitar a los santos.
Ignacio se dirigió a Tierra Santa, pensando en quedarse en este lugar con la intención de imitar a Jesús de manera literal: es decir, haciendo y viviendo como Él, pero no le dieron el permiso de quedarse y regresó a Europa.
Ignacio estudió en Barcelona y se preparó para ayudar a las almas. Ahí elaboró su primera propuesta de ejercicios espirituales. Después, se fue a Alcalá a estudiar filosofía y teología.
A causa del escándalo que provocó la conversión de una viuda y su hija y por utilizar vestimenta de los religiosos, fue acusado de sospechoso y tomado preso durante 45 días. El juez le pide que no hable de cosas de fe por cuatro años y que estudie más para dar sus EE y teología sin ningún problema.
En París estudió humanidades en La Sorbona. Ahí conoció a sus primeros compañeros: Pedro Fabro, Francisco Javier, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Bobadilla y Rodríguez, hombres que constituyeron los primeros pilares de la Compañía.
En 1534, los primeros compañeros deciden hacer los votos de pobreza y castidad como laicos y deciden ir a Tierra Santa. Su proyecto fracasa porque no consiguieron el permiso de quedarse en Tierra Santa.
En 1540, el papa Paulo III aprobó la Compañía de Jesús. Sus constituciones la dotaron de un grado de modernidad que la diferenciaba claramente del resto de las órdenes de la época: orden apostólica, caballería ligera, supresión del coro, sacerdocio preparado y pobre, etc.
Desde un principio la Compañía de Jesús no poseía un ministerio específico y por ello, los jesuitas podían dedicarse a cualquier tipo de apostolado, siempre que fuera A Mayor Gloria de Dios.
A la muerte de San Ignacio, en 1556, los jesuitas miembros de la Compañía ya ascendían a más de mil. En 1615, el número de jesuitas alcanzó la cifra de 13,000 y había establecimientos en Francia, Portugal, Flandes, Polonia, Italia, España, Indias y América.
Fuente: http://www.agrupaciondeesposascristianas.mx/index.php/quienes-somos-53/somos/79-agrupacion-de-esposas-cristianas-/papa-francisco/598-san-ignacio-de-loyola