Dos compañeros de viaje a lo largo de los siglos
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Dos compañeros de viaje a lo largo de los siglos
John Caputo, teólogo y filósofo de la Universidad de Siracusa, publica bajo el sello conjunto del ITESO y la Universidad Iberoamericana el libro “Filosofía y teología”, en el que explora la relación de estas dos disciplinas a través de la historia.
Óliver Zazueta
John D. Caputo es un autor que mantiene un diálogo constante entre disciplinas. Por el entramado de sus conversaciones conviven la filosofía, la fenomenología, las experiencias teológica y religiosa y las corrientes más ligadas a la posmodernidad. Así funciona Filosofía y teología (ITESO, Universidad Iberoamericana, 2024), libro que será presentado en el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.
Este texto es una traducción al español de Philosophy and Theology (Abingdon Press, 2006) y un proyecto que encausó y realizó Pedro Reyes Linares, SJ, académico del Departamento de Filosofía y Humanidades del ITESO, con la intención de tener una referencia de apoyo para la enseñanza de la materia “Filosofía de la religión”. Nace de una serie de conferencias que Caputo, académico de las universidades de Siracusa y Villanova, dio sobre el tema.
En el libro se exploran la historia de la relación entre la reflexión teológica y filosófica, y cómo, a partir de la modernidad, se estableció una especie de divorcio entre ambas líneas de pensamiento. Así, se va estudiando esa relación desde la filosofía antigua con los griegos, pasando por la Edad Media y el nacimiento de la era moderna, cuando se da el conflicto más fuerte, al suponer que la Razón –así, con mayúscula–, puede abarcar absolutamente todos los ámbitos, aunque luego esta idea tropiece con sus propias afirmaciones.
Ha mencionado que la filosofía y la teología son dos actos o modos de pensamiento diferentes que reivindican el mismo territorio. ¿Por qué fue importante escribir sobre esta coexistencia?
Me describo como un filósofo/teólogo “híbrido”, porque nunca he podido elegir entre ellos. Eso es porque en el fondo están planteando las mismas preguntas “últimas” sobre el ser y la vida, sobre nuestro origen y destino, el bien y el mal o el sentido de la vida. Hacen uso de fuentes diferentes, dan lugar a libros diferentes y constituyen disciplinas diferentes. Creo que cada uno debería practicarse con un poco más de modestia. Los teólogos deberían entender que no están ligados con Dios y que lo que llaman “revelación” es en realidad gente que ha experimentado algo importante y ha intentado expresarlo en narraciones y fórmulas que reflejen los límites del mundo en el que viven. No ha caído del cielo. Por la misma razón los filósofos deberían entender que no están ligados con algo llamado “Razón Pura”, una especie de fuente global, ahistórica, trascendental. En cambio operan dentro de los límites de interpretaciones, juegos de lenguaje, marcos conceptuales, ninguno de los cuales tampoco ha caído del cielo. Una vez que se despoja a la teología de su sobrenaturalismo y a la filosofía de su trascendentalismo, podemos ver que son compañeros de viaje, comprometidos en el mismo camino y que tienen algo que aprender el uno del otro. No debería ser una cuestión de tener que elegir entre ellos.
Entendiendo que la filosofía y la teología han estado hermanadas y en disputa a lo largo de la historia –y por eso dice que la conjunción "y" es tan importante–, ¿qué momento viven actualmente?
En el libro situé a ambas en términos de la posmodernidad, la cultura es creada por la explosión de las tecnologías de la información y el transporte, donde personas de todo el mundo y sus diferentes visiones del mundo entran en contacto relativamente rápido y fácil, dado el escenario de la red mundial, los viajes internacionales, los mensajes instantáneos, los sistemas de posicionamiento global, los teléfonos inteligentes y la información digitalizada. Eso sigue siendo cierto, excepto que lo “posmoderno” ahora se ha complicado con lo “posthumano” o “transhumano”, con lo que me refiero al advenimiento de la IA y el espectro de la IAG, (inteligencia artificial general), en la que la inteligencia humana encontraría su igual y muy probablemente sería superada. Hoy todos los presupuestos fundamentales de la filosofía y la teología están siendo cuestionados –la distinción entre materia y espíritu, humano y no humano, natural y artificial– y pronto podemos encontrarnos con seres electrónicos que no nacieron de Adán y que no necesitan ser salvados por Jesús. Muchos teólogos católicos progresistas piensan que el desafío para la Iglesia es promulgar las reformas del Concilio Vaticano II. Esto palidece en comparación con el desafío que enfrentamos: ¿Por qué preguntarse ¿Cur Deus homo? (¿Por qué Dios se hizo hombre?), ¿si hemos ido más allá del homo?
En el libro hay un notable uso del lenguaje literario y símiles con la vida cotidiana –un casamiento, un funeral o la filosofía y la teología como compañeras de viaje–. ¿Por qué usar esta estrategia?
Este libro no está pensado como una publicación académica. No es un libro de prensa universitaria, no tiene notas a pie de página y está destinado a un público más amplio, no especializado, por lo que trato de evitar el lenguaje especializado y hablar de manera accesible. En un nivel más especulativo, diría que he llegado a la conclusión de que la teología es “teopoética”. Al decir esto quiero describir el “debilitamiento” del logos de la teología, sus conceptos y proposiciones, hasta una poiesis, no poesía sino poética, un ejercicio de imaginación creativa o un modo de pensamiento no objetivante. No creo que la teología alcance conceptos de primer orden que pretendan directamente a un objeto. Creo que sus conceptos son operaciones de segundo orden, intentos de explicar las representaciones imaginativas –como el Reino de Dios– con las que se involucra, intentos que sólo pueden tener un éxito parcial. Esto no significa negar que el lenguaje teológico tenga una referencia intencional, pero sí niega que haya una referencia representacional, que escoja directamente un hecho. No significa negar que haya verdad en el lenguaje teológico, pero afirma que su verdad es comparable a la de una obra de arte. El Reino de Dios es verdadero como lo es Hamlet, o como una novela o una pintura, no como una proposición lógica.
Tras analizar la relación entre San Agustín y (Jacques) Derrida, afirma que el lenguaje de la fe –no en oposición a la Razón, sino al cinismo– ha recuperado respetabilidad. ¿Qué representa esto en términos de la coexistencia entre filosofía y teología?
A la luz de la teoría y la cultura posmodernas esta distinción se ha debilitado y muchos filósofos seculares, incluso “ateos” –ciertamente no todos ellos y tal vez más frecuentemente filósofos europeos continentales como Derrida– han ido más allá de la simple oposición entre religioso y secular, y pueden ver claramente su camino hacia una noción más profunda de fe e incluso, me atrevería a decir, de oración. Es sorprendente cuántos filósofos europeos importantes se han sentido atraídos a escribir sobre las Confesiones de San Agustín y las Cartas Auténticas de San Pablo (las Epístolas Paulinas). Pero yo distinguiría entre “creencias”, el tipo de cosas que están en nuestras cabezas como un accidente de nacimiento, que serían completamente diferentes si hubiéramos nacido en otro lugar o hubiéramos cambiado al nacer, y una fe más profunda, que representa una orientación más fundamental de nuestro ser. Vemos en Derrida una noción de fe en el «acontecimiento», es decir, la promesa de lo que está por venir, que se encuentra en todos los nombres, y más famosamente en nombres como democracia, justicia, hospitalidad, amistad. Palabras como estas llevan adjunto un coeficiente de lo que está por venir. En este punto, un punto profundo de la experiencia humana, la distinción entre lo religioso y lo secular, la teología y la filosofía, la razón y la revelación, se desvanece, en virtud de una cierta esperanza, una cierta fe, y no deberíamos dudar en decir un cierto amor, que mantiene abierto el futuro. El Dios de los huecos no son los huecos que Dios llena, sino los huecos que Dios abre. Esa fe, esa esperanza y ese amor no tienen lugar bajo la supervisión de la autoridad religiosa, ni de sus libros de revelación ni de sus estructuras y protocolos institucionales, ni de la argumentación filosófica. Son de un carácter más elemental y preceden a ambos. Se encuentran en un nivel en el que la distinción entre filosofía y teología se derrumba, o tal vez aún no se ha constituido.
Una traducción amable
Antes de Filosofía y teología, Reyes Linares ya había traducido otro libro de Caputo, Hermenéutica radical, un proceso que fue más largo y laborioso, que incluyó retroalimentación en distintos niveles. Aprovechando esa experiencia, el académico se dio a la aventura de participar en este nuevo trabajo, en el que encontró un documento mucho más afable, que usa la alegoría y los recursos literarios para acercarse a un problema interdisciplinar.
“Este libro fue un proceso que me dio mucha satisfacción, porque vas conociendo a un autor que te ha motivado, que admiras, te detienes a pensarlo más que cuando solamente lo lees. Es empezar a buscar con qué palabras dirías lo que él está diciendo. Este tipo de textos tienen un tono literario, entonces ensayas expresiones para dar el mismo sentido en español”, expresó.
El texto contó con varias revisiones técnicas entre el ITESO y el equipo de la Universidad Iberoamericana, mientras que una revisión más científica del lenguaje la realizó William Quinn Anderson, profesor jubilado del ITESO.
“Con John no hubo mucha interlocución durante el proceso de la traducción, había de pronto comentarios, podía decirle lo que entendía y me contestaba su propia interpretación. La verdad es un libro muy amable, el inglés de John es igual y eso fue parte del reto, cómo conservar ese tono con todas estas metáforas e ir ayudando a que el lector se involucrara”, expresó.
Para Reyes Linares, la gran virtud de Caputo es que tiende a pensar el conocimiento como una empresa humana que cruza diferentes lazos, posibilidades y técnicas que ha dado el devenir y la historia de la humanidad. Al final de cuentas, las ciencias y la filosofía son un producto histórico, como la teología, surgidos tras una conversación que se ha mantenido a lo largo de los siglos.
El libro será presentado el sábado 7 de diciembre, a las 11:00 horas, en el stand del ITESO y las Ibero (H-31) en la FIL.
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