La migración tiene un costo emocional en las familias
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La migración tiene un costo emocional en las familias
El ITESO colabora en la formación de un grupo de promotoras para apoyar las necesidades que la migración genera.
Sofía de la Peña
Caer en la cuenta de lo que produce en sus familiares la ausencia de alguien que se va de casa fue el objetivo del taller que se llevó a cabo los días 6 y 7 de marzo en Zapotlanejo, como parte del proceso de formación de voluntarias especialistas en migración y familia que impulsa el Programa de Asuntos Migratorios (Prami) del ITESO.
La intención es formar un grupo de promotoras locales que trabajen para apoyar las diversas necesidades que la migración genera en las familias y población de su comunidad. En este trabajo se cuenta con la participación de estudiantes de un Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) y de la Maestría en Desarrollo Humano.
Temas como causas y consecuencias de la migración, la salud emocional de migrantes y sus familias, sus derechos y los de sus familiares, leyes e instituciones que les protegen, derecho laboral de migrantes temporales, gestión y trámites migratorios, programas públicos de apoyo a migrantes y sus familias, entre otros, son algunos de los que se estarán trabajando en este proceso formativo que durará hasta el mes de julio de este año.
Para Jalisco, estado que ha sido de las principales entidades expulsoras de migrantes a Estados Unidos, la migración se ha vuelto parte del "paisaje", es común escuchar que "no hay jalisciense que no tenga un pariente allá".
La partida de jóvenes de comunidades rurales pareciera ser parte de un proceso para llegar a la edad adulta. Esto ha generado una especie de efecto contradictorio, la migración se ha "naturalizado", lo que en cierto modo dificulta asumir una identidad migrante, pues la familia va y viene, como un modo de vida.
Lo anterior no ha favorecido que se tome conciencia de los efectos que a nivel emocional y sociocultural viven tanto quienes están al otro lado de la frontera, como los familiares que se quedan en el país.
La incertidumbre, el duelo de la separación, los cambios de roles y el aislamiento social son parte de las vivencias cotidianas de las mujeres familiares de migrantes, que es necesario transformar para que puedan pasar de ser las que esperan, a ser agentes que mueven el compás de espera y construyen sus propias redes de apoyo en su comunidad, para trabajar sus emociones en esa condición y ver la migración no como un destino, sino como una opción.
Este trabajo se lleva a cabo a través de reuniones semanales y de algunas capacitaciones intensivas con especialistas en los temas. Se trata de ir integrando un grupo en el que se comparten vivencias, se aprenden contenidos y se fortalezca el compromiso de ser, posteriormente, formadoras de nuevos grupos que contribuyan a integrar una red, que ya es internacional, de promotoras en los temas de migración y familia.
Este modelo educativo surgió a partir del Programa Mujer y Familia Migrante que el Servicio Jesuita a Migrantes impulsa desde 2007, y que comenzó en siete municipios del Estado de Veracruz. Ya se ha replicado en Puebla, Hidalgo, Chicago e Illinois, y en Jalisco a través de este grupo en Zapotlanejo, como un proyecto en colaboración con la Red Jesuita con Migrantes en México.
Más información en www.cifs.iteso.mx.Noticia