Revisan los retos del acceso a nuevas tecnologías en zonas marginadas
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Revisan los retos del acceso a nuevas tecnologías en zonas marginadas
Las políticas y proyectos de inclusión digital deben considerar a los excluidos como portavoces de sus necesidades y no sólo como destinatarios, coinciden académicos del ITESO.
Adriana López-Acosta
La internet puede ser una herramienta de apoyo para la erradicación de las desigualdades socioeconómicas.
En 2011 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) clasificó como un derecho humano el acceso a la red, y desde 2014 la Presidencia de México declaró que el acceso a las tecnologías de la información y comunicación es un derecho constitucional.
Estudiantes de la Munk School of Global Affairs de la Universidad de Toronto realizaron un proyecto de inclusión digital de jóvenes en situación de riesgo.
Académicos y egresados del ITESO fueron invitados por la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología del Gobierno de Estado de Jalisco a consultar el texto y participar en la mesa de trabajo "Implementación de estrategias de inclusión digital para jóvenes en situación de riesgo en Jalisco".
En esta reunión, realizada dentro del marco del Seminario de Políticas Públicas para la Innovación el viernes 23 de octubre, en la librería José Luis Martínez del Fondo de Cultura Económica, los autores del documento —Mina Akrami, Jonathan Bitoun, Vivian Chung y Fariha Husain— escucharon las propuestas de los académicos. La actividad fue moderada por Francisco Morfín, titular del Departamento de Psicología, Educación y Salud del ITESO.
Los retos de inclusión tecnológica
José Bautista, académico del Centro de Investigación y Formación Social (CIFS), recomendó a los autores que se apoyen en la infraestructura existente en las asociaciones civiles o en las herramientas que la comunidad ha creado.
Azul Aguiar, coordinadora de la Maestría en Política y Gestión Pública, se enfocó en la inclusión de la cultura de la legalidad en estos proyectos, ya que muchos jóvenes en situación de riesgo han experimentado problemas con la ley.
"Si como joven no tengo la capacidad para diferenciar entre lo bueno, lo malo, lo corrupto y lo legal, no podremos avanzar hacia una sociedad más democrática. Creo que los talleres de la cultura de legalidad en esta inclusión tecnológica, en un trabajo coordinado con líderes de sus comunidades y referentes sociales, son importantes para estos jóvenes", declaró Aguiar.
Magdalena López de Anda, coordinadora de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, reflexionó en relación con la importancia de no construir el concepto de "jóvenes en situación de riesgo" fuera del horizonte de estos adolescentes.
"La juventud no es sólo un rango de edad, es una condición", acotó la académica, quien agregó que el vacío en los proyectos orientados a la inclusión social radica en la falta de participación de los jóvenes como portavoces de sus necesidades, "lo cual parece recrear las condiciones de exclusión de los mismos".
Nuevos métodos, menos tradición
Francisco Talavera, antropólogo y académico del Centro de Formación Humana, señaló que estas discusiones alrededor de proyectos de inclusión digital en zonas marginales no deben reducirse a un tema técnico, sino incluir el capital humano.
El académico señaló la importancia de incluir a los jóvenes indígenas en zonas urbanas. En la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG), explicó, la población indígena representa el 90 por ciento de la población total indígena estatal.
Gerardo Cano, líder del Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) "Haciendo barrio", ha trabajado desde hace diez años en proyectos en colonias populares y asentamientos irregulares de la ZMG, así como con asociaciones civiles, a manera de acompañamiento en sus procesos de empoderamiento y recuperación de espacios públicos.
En su experiencia, los jóvenes ya están en contacto con estas plataformas; el conocimiento ya existe. Por ejemplo, los artistas urbanos con los que han colaborado en sus proyectos utilizan las redes sociales para digitalizar el arte que dejan en las calles.
"La educación tradicional de la escuela pública expulsó a estos jóvenes al no tener un modo creativo de acercarlos y al no tomar en cuenta sus aspiraciones y habilidades, por tener un modelo homogéneo para cualquier zona. Tendríamos que crear otras metodologías y formas de acceso a estas tecnologías de manera más creativa. El creer que vamos a meter a estos jóvenes a un aula a que aprendan tecnología es inútil. Ellos ya la saben usar".
Carlos Pelayo, director de Las Otras Caras de la Ciudad, AC, y profesor del ITESO, detalló que a través de su experiencia en la zona de Oblatos, se percató de que de 6 mil viviendas, 4 mil 182 no tienen internet ni computadora.
Sin embargo, la inclusión digital también se ha realizado por medio de grupos de Whatsapp y Facebook (a través de teléfonos móviles), en los que los actores sociales se comunican para generar sus actividades de recuperación de espacios públicos.
La brecha digital
Gerardo Becerril, egresado de Psicología con experiencia en instituciones, opinó que no puede implantarse un modelo general. Cada barrio tiene su identidad, y hay errores en los programas sociales de homogeneizarlos a escala metropolitana, estatal o nacional.
Carlos Delhdari Correa Gordillo, especialista en urbanismo del colectivo Cuadra Urbanismo, no cree que se alcancen los niveles de cobertura que existen en países más desarrollados, y no por falta de presupuesto o programas, "sino porque existen condiciones territoriales en México que tienen que ver con la gran dispersión de población rural, la cual difícilmente tiene accesos viales o de comunicación en buen estado".
"Siempre me ha parecido que México ha sido forzado a tener una doble agenda en sus políticas públicas en casi cualquier tema", explicó Correa, y añadió que "por un lado, lleva una agenda de primer mundo para quienes viven en las ciudades, quienes son profesionistas, empresarios o emprendedores, y al mismo tiempo debe tener otra agenda para personas vulnerables que viven en zonas marginadas, que podría considerarse una agenda de tercer mundo".
En sus conclusiones finales, Morfín mencionó que una de las condiciones clave para estos programas es la inclusión de los destinatarios como actores.
"La clave parece ser que hay que entender que los sujetos hacen lo suyo; las personas saben lo que quieren, y nosotros —los académicos, miembros de asociaciones y grupos— somos un acompañamiento", afirmó.
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