Se buscan consumidores activos
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Se buscan consumidores activos
Desde una cooperativa de consumo y una agrupación de productores de alimentos agroecológicos, integrantes de la comunidad universitaria promueven la participación ciudadana, en aras de impulsar un modelo alimentario más justo y sustentable.
Judith Morán
En una cochera de la colonia Arcos Vallarta, en Guadalajara, convergen dos proyectos de profesores del ITESO.
Uno de ellos es El Jilote, que comenzó hace aproximadamente 15 años impulsado por Jaime Morales, académico del Centro de Investigación y Formación Social (CIFS). El otro es La Milpa, que acaba de cumplir tres años y con el cual colabora Paulo Orozco, profesor de la Licenciatura en Nutrición y Ciencias de los Alimentos. Ambos buscan cambiar el modelo alimentario actual.
Dos sábados al mes el grupo de cooperativistas La Milpa recibe el aguacate, las lechugas, el huevo o el apio de los productores de Jalisco agrupados en El Jilote. Con este sistema de compra, tienen la certeza de que el esfuerzo detrás de su producción agroecológica encontrará un destinatario.
El 11 de marzo pasado, por ejemplo, llevaron guayaba, guanábana y tamarindo. Ana Luz Zepeda, productora de El Jilote, llegó con acelgas, cilantro y una caja con nabos. Ella prometió enviarles recetas a los consumidores de La Milpa vía WhatsApp.
La Milpa distribuye el alimento en unas 30 cajas de plástico etiquetadas con los nombres de los miembros de la cooperativa. No hay desperdicio de ningún tipo y las bolsas no llegan a la basura, el productor se las lleva para volver a traer su mercancía en 15 días más.
Desde marzo de 2014, cuando se armó la primera canasta, y hasta hoy, los productos con los que las llenan cambian de acuerdo con la temporada. Por ejemplo, no siempre tienen jitomate porque, aunque esté en todos los supermercados, lo cierto es que no es un producto que se da todo el año. Sólo tienen tres productos permanentes: el frijol, el huevo y tortillas.
Esta dinámica los ha hecho conocer alimentos que, si bien no son desconocidos, no son tan comunes, como la berenjena o los quelites.
"La idea es cambiar el modelo alimentario desde el consumo. Queremos tomar más responsabilidad de nuestra alimentación y no dejarle toda la carga a los productores de orgánicos que ya tienen mucho tiempo organizándose", comenta Orozco, quien detalla que en La Milpa hay varios integrantes de la comunidad universitaria del ITESO, como Laura Alcázar, Patricia Cárabes y Juan Carlos Silas, académicos del Departamento de Psicología, Educación y Salud. Además, el colectivo ha recibido apoyo de Guillermo Díaz y Jaime Morales, ambos académicos del CIFS.
En esta cooperativa de consumo, las familias tienen vínculo directo con los productores de alimento agroecológico a quienes les garantizan que cada 15 días les comprarán su producción.
Cambio a la inversa
La Milpa llega tras más de un decenio de que el ITESO comenzó a trabajar con organizaciones de agricultores ecológicos de Jalisco que, en un principio, buscaban mejorar la alimentación familiar, pero su labor creció hasta convertirse en un comité de certificación participativa o ciudadana, un esquema que inició en Brasil.
Así, primero estuvieron listos los productores de alimentos orgánicos antes de que los consumidores comenzaran a demandarlos y a involucrarse en el proceso. Prueba de ello son los intentos de comercialización que pusieron en marcha los agricultores agroecológicos: un local dentro de la universidad, una tienda de productos orgánicos, un tianguis en el ex Convento del Carmen y ventas a domicilio por internet.
El Jilote, dice Jaime Morales, agrupa a los sobrevivientes de todos esos intentos de encontrar un mercado para los productos agroecológicos. Ellos trabajaron con la Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgánicos, para que en la ley mexicana se aceptara la certificación participativa.
Años después apareció La Milpa. Morales afirma que fue un proceso a la inversa porque en Brasil fueron los consumidores los que impulsaron la certificación participativa, y no los productores.
"El Jilote es un paso más en esta larguísima lista de cómo hacer para establecer vínculos entre agricultores ecológicos y consumidores urbanos responsables".
En este tipo de certificación, el consumidor toma un rol más activo: son ellos quienes, acompañados de expertos, visitan a los agricultores para verificar que en el proceso de producción no se utilicen sustancias químicas que terminarán contaminando también la tierra y el agua.
"Queremos un consumidor que esté involucrado en la calidad de los alimentos, que se pregunte cómo vive aquella gente que los produce y que se preocupe por que estos no tengan un impacto ambiental", detalla el académico del CIFS.
Las certificaciones que realiza El Jilote tienen un costo menor a las comerciales que obligan a los productores a encarecer sus productos.
Además, tienen la categoría ‘en transición' para aquellos productores que no utilizan químicos, pero todavía tienen algunos procesos que no son totalmente orgánicos y que cambiarán pronto.
A mediano plazo, comenta Orozco, la intención es gestar un modelo que se pueda compartir para que se formen más cooperativas e incida en el modelo alimentario que explota no solamente los recursos naturales, sino también a las personas.
Mejores prácticas
Aunque México es el primer productor mundial de café orgánico y es una potencia en agricultura orgánica, no existen políticas públicas a su favor.
"¿Por qué no hacemos como en Brasil, donde el costo de la certificación lo paga el Estado?", comenta Morales, quien destaca el caso de la ciudad de Porto Alegre.
Ahí, las autoridades municipales no cobran derecho de piso en los tianguis de agricultores orgánicos y "el ayuntamiento, al final del día, compra lo que quedó para cárceles y hospitales".
Las compras institucionales son las que han fortalecido a estos agricultores tanto en Brasil como en España. "En Brasil, por ejemplo, en el programa de Hambre Cero los directores de escuelas tienen la obligación de comprar al menos 50 por ciento de los productos que se usarán en los alimentos escolares a productores locales".
En la actualidad, los integrantes de El Jilote han encontrado más espacios para vender su producción como la Feria de Productores en el Club de Leones en Chapalita los domingos, y Andares Farmers Market los sábados.
Del aula a la realidad
La cooperativa de consumo surgió de la inquietud de nutriólogos, entre los que está Paulo Orozco, de sacar de los salones de clase el tema de soberanía alimentaria y agroecología y, tras investigar, decidieron formar una cooperativa de consumo.
"Hasta hace algunos años no había muchas alternativas y las que había eran muy costosas, las ecotiendas, que nosotros les decimos boutiques de alimentos", añade el profesor de la Licenciatura en Nutrición y Ciencias de los Alimentos.
"Uno de los principales objetivos es que este producto agroecológico tenga un precio accesible. Falta mucho para eso, pues por ejemplo, para que un alimento esté muy barato en un supermercado, tuvieron que mal pagarlo. Queremos que el precio sea lo más justo posible tanto para el productor como para el consumidor", finaliza Orozco.
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