Las universidades deben inspirar una justicia social

Adriana López-Acosta

"Cuando la justicia social se vincula con la fe, se vuelve más apremiante. En la Compañía de Jesús nos debe importar con todo nuestro corazón y entendimiento".

Esa fe, dijo Carlos Rafael Cabarrús Pellecer, SJ, debe mostrarse en obras.

"Tenemos que modificar nuestra sociedad y una de las vías es a través de la educación. Vamos directo a un caos, pero lo bueno es que tenemos la fe".

El fundador de las vicerrectorías de Integración Universitaria y de Investigación y Proyección, de la Universidad Rafael Landívar, en Guatemala, fue el primer invitado del semestre del ciclo de charlas Pensamiento Jesuita sobre la Actualidad.

En su intervención, titulada "La fe y la justicia en las instituciones de la Compañía de Jesús", el doctor en Antropología Social desmenuzó las bases que las instituciones educativas jesuitas deben tener para inspirar una justicia social.

La clave, dijo, está en las profesoras y los profesores, y su efecto en el cuerpo estudiantil.

"Nuestros estudiantes y formadores vienen de diversos lugares y niveles. ¿Qué nos puede diferenciar de otras instituciones académicas universitarias? Precisamente una integración para la justicia y la democracia".

Se trata de hacer de los problemas de nuestros países y comunidades el principal objeto de estudio, una labor que debería iniciar desde el primer semestre de la licenciatura hasta el último nivel del doctorado.

La espiritualidad, reiteró, debe ocupar un lugar fundamental, y quienes participen en los procesos formativos deben tener una fe madura. "Es el ideal, pero en la actualidad nos encontramos con personas no creyentes pero ejemplares, que tienen un talante de apertura a las dimensiones de fe a la hora de formar", agregó.

Explicó que los rasgos característicos de esa espiritualidad son una experiencia "de algo mayor que nosotros". Al respecto explicó: "Que la gente tenga sentido en su vida es lo que más caracteriza a una persona bien formada espiritualmente. El sentido da fuerza enorme a la vida y a nuestra convivencia". Otro rasgo es la capacidad de indignarse. "Si queremos aumentar la justicia social tenemos que fomentar experiencias de ruptura en las que las alumnas y los alumnos lleguen al punto de ‘esto no puede ser así'. Ofrecer experiencias en los antivalores. Solo así puedo aprender de valor".

La honestidad, la libertad de actuar y no ser esclavo de nada; tener un sentimiento de universalidad, sentir compasión, buscar la paz como medio y fin, ver a Jesús como modelo humano y tener la capacidad de grandes deseos, son también otras características de la espiritualidad.

"El deseo es interesante de comparar con el pánico. Ese es miedo que paraliza. El deseo moviliza. Por eso San Ignacio quería que los rectores de sus instituciones educativas tuvieran grandes deseos".

Estos rasgos los posee quien tiene espiritualidad humana, lo cual lo hace apto para formar líderes entre el alumnado en las instituciones educativas confiadas a la Compañía de Jesús.

"Queremos líderes que convoquen y que no quieran convencer solo por palabras, y sean capaces de convivir con la disidencia. Alguien que deje crecer a las personas, con entusiasmo; no es que haga bien las cosas, sino que hace buenas cosas. Es de buen corazón y vive los valores básicos de la humanidad".