De artesanas a empresarias
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De artesanas a empresarias
El ITESO apoya a la consolidación de la cooperativa Corazón de maíz, Centro Artesanal, integrada por mujeres artesanas de San Cristóbal Zapotitlán
Judith Morán
Una diversidad de figuras hechas con hojas de maíz espera en los estantes del Centro Artesanal Corazón de Maíz. Muchas de ellas extienden sus amplias faldas y parece que forman parte de un grupo folclórico que baila un son, otras cargan alcatraces como si posaran para Diego Rivera y algunas van en pequeñas embarcaciones cargadas de flores. Las hay de distintos tamaños. La curiosidad por contemplarlas de cerca es imperativa para quien entre al recinto.
El centro artesanal está a catorce kilómetros de Jocotepec, en San Cristóbal Zapotitlán, Jalisco. En uno de los salones del lugar, una veintena de mujeres espera a estudiantes y profesoras del ITESO. Es el cierre del segundo periodo del Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) "Desarrollo de proyectos productivos sociales".
Los equipos integrados por estudiantes de las licenciaturas en Relaciones Industriales, Ingeniería Financiera, Psicología, Diseño y Administración Financiera presentaron los resultados de lo trabajado durante el ciclo escolar Otoño 2017 con las artesanas: herramientas para establecer el costo de sus artesanías, un organizador para preparar su participación en ferias y un manual de cómo se hacen artesanías como catrinas o coronas.
En el lugar, mujeres y estudiantes ríen con complicidad al recordar los incidentes que sortearon durante el proceso. Hay momentos en que a más de una los ojos se le humedecen.
"Pretendo que nuestras artesanías sean valoradas, reconocidas nacional e internacionalmente. Ya se venden en el extranjero, pero nada más en Estados Unidos, por lo pronto. En la Plaza Liberación vendimos en Semana Santa a personas de España, de Colombia. Les gustan, les atraen, quiere decir que hay mercado. Entonces, hay oportunidad y si la tenemos, hay que explotarla", dice Catalina García, presidenta de la mesa directiva de la cooperativa a la que pertenecen 43 mujeres.
"Quiero que todas estas señoras tengan un beneficio para su familia, que mejoren con el hecho de pertenecer a la cooperativa y tengan una artesanía bien pagada", señala García.
Ya constituida la cooperativa, comenzó a participar en nuevos espacios para exponer y comercializar su artesanía, entre ellos el concurso de altares de muertos del décimo quinto Festival Cultural Universitario del ITESO, en el que ganaron el primer lugar.
Los intentos por consolidar el proyecto con las mujeres de esta comunidad llevan más de 20 años, cuenta Gabriela Muñoz, profesora que coordina este PAP junto con Soledad Ramírez.
"Antes estábamos luchando porque nos hicieran aquí nuestro centro artesanal y teníamos las reuniones en la plaza y en otros lados", recuerda María de la Luz Gómez, integrante de la cooperativa.
En diciembre de 2016 comenzó un proceso de integración del grupo de artesanas entre las que había descontento y rivalidad, explica Ramírez. El Instituto de la Artesanías Jalisciense "estaba preocupado porque ya no se trabajaba en el centro".
Al equipo para impulsar la integración se sumó la Fundación con Causa Azul.
"Integramos el equipo con Mario Limón, egresado del ITESO, quien es el responsable de la fundación y nos convocó a Horacio Ceballos, profesor del ITESO, y a mí", recuerda Ramírez.
Antes de terminado este proceso, se analizó la posibilidad de que el ITESO acompañara a las artesanas en su formación para impulsar la parte empresarial del proyecto. Entonces se involucró la Escuela de Negocios ITESO.
"El Centro de Universidad Empresa (CUE) dijo que le entraba con un equipo de consultores para formarlas en temas de emprendimiento, mercadotecnia, finanzas y empresariales. Por el otro lado, el Departamento de Economía, Administración y Mercadología (DEAM) apostó por abrir un grupo de PAP que tuvo como responsable a Horacio (Ceballos) y la Fundación queda como un agente paralelo. Siempre ha estado acompañando y se ha mantenido ahí de manera transversal", relata Ramírez.
Transformaciones profundas
Animarse a decir lo que piensan, sentirse con mayor libertad, ser capaces de tomar decisiones, experimentar la sensación de aprecio por sus artesanías y ser revaloradas por su familia son algunas de las transformaciones que las asesoras del PAP perciben en las artesanas.
"Son pequeños comentarios que, a la vez, te hablan más allá de si venden o no artesanías, de lo que ellas se sienten capaces de hacer, que es una preocupación que tenemos, el sentirse empoderadas como mujeres a ser capaces de llevar un proyecto rentable porque también se trata de que mejoren sus condiciones de vida", señala la coordinadora del proyecto. La intención es que ellas lleguen a ser autosuficientes.
Muñoz enfatiza que "es mérito de los alumnos que supieron acompañar para que ellas supieran costear sus productos, y lo que para ellas representa conocer esto es saberse como empresarias, decir ‘sé cuánto cuesta mi producto, a cuánto lo tengo que dar, cuánto va a ser mi beneficio y no lo estoy regalando porque tiene un valor'".
El reto para los estudiantes, comenta Soledad, es trasladar sus conocimientos a una realidad distinta. Muchas de las artesanas no asistieron a la escuela, otras no tienen posibilidad de trabajar en el campo por su edad y hacer figuras con la hoja de maíz era la única actividad que podían hacer desde casa.
Y agrega que para los estudiantes "es un shock porque están acostumbrados a recibir o a hacer desde su propio conocimiento, y ahora no, van a estar junto con alguien a quien tienen que enseñar y buscar la manera de hablarle en su idioma. Daban por un hecho que las señoras los iban a entender y cuando hacían el ejercicio del acompañamiento se dieron cuenta que no había quedado claro".
Los estudiantes desarrollaron un procedimiento que les ayudara a costear las artesanías de manera colectiva para que sea un proceso transparente para las integrantes de la cooperativa. En el costo de cada pieza se toma en cuenta el precio del material, el tiempo de elaboración y hasta el desgaste de sus herramientas.
María de la Luz, quien primero aprendió a hacer canastas viendo a sus cuñadas, resume el acompañamiento de los estudiantes en que les están dando las herramientas para actuar. "Mi sueño sería que algún día lleguemos a decir ‘ya solas sabemos valernos por nosotras mismas, sabemos hacer un trato directo de comprador a vendedor'", dice.
Para la presidenta de la cooperativa, un aporte de los estudiantes y de la universidad, además de los conocimientos, fue abrir su visión hacia nuevos mercados.
"Es una cooperativa de mujeres con mucho entusiasmo por salir adelante y aprender. Las artesanías se hacen realmente con el corazón", afirma Catalina García.
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