La misión es ir a donde se juega la esclavitud o la libertad del hombre
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"La misión es ir a donde se juega la esclavitud o la libertad del hombre"
La primera de las charlas "Pensamiento jesuita sobre la actualidad" abordó la implicación de la Compañía de Jesús con el entorno social.
Adriana López-Acosta
En sus ejercicios espirituales, San Ignacio de Loyola escribió: "Ver y considerar las tres personas divinas, cómo miran toda la haz y redondez de la tierra y todas las gentes en tanta ceguedad, y cómo mueren y descienden al infierno".
En la conversación "Mundo e historia desde la propuesta ignaciana", Héctor Garza, SJ y Luis Alfonso González, SJ, académicos del Departamento de Filosofía y Humanidades, partieron de este epígrafe para compartir con la comunidad universitaria sus puntos de vista en la primera de las cuatro charlas "Pensamiento jesuita sobre la actualidad", que se llevarán a cabo cada tercer jueves de mes en la terraza de la Biblioteca.
"San Ignacio les pedía que imaginaran a la Santísima Trinidad mirando al mundo, cómo mueren y descienden al infierno, que los imaginaran platicando y decidiendo qué hacer. En esta charla, el sujeto es el que mira, y en este caso es el propio San Ignacio; cómo mira el mundo y la historia, y cuál es su propuesta", explicó Carlos Luna, subdirector de Información Académica y encargado de moderar la conversación el pasado 19 de febrero.
La historia
San Ignacio nació un año antes del descubrimiento de América. Su aportación al mundo se desarrolló durante la mitad del siglo XVI, un tiempo de ebullición social, científica y artística.
Estaba la devotio moderna (movimiento religioso del siglo XIV al XVI que promovía la meditación y la vida interior) y los místicos alemanes como Eckhart de Hochheim, que ya insistían en la búsqueda de liberación interior.
"San Ignacio está ubicado en la transición de dos mundos: el ocaso de la Edad Media y el inicio de la modernidad", dijo Luis Alfonso González, SJ. Esto se refleja en el lenguaje de sus ejercicios espirituales; hay reyes, caballeros y fidelidad hacia ellos, típico del medievo. Pero también aparece "un acento en la interioridad de la persona, y eso tiene que ver con el nuevo mundo que se abre en el Renacimiento".
Ambos jesuitas hablaron de las similitudes entre el primer jesuita y Martin Lutero, personaje importante en su contexto histórico, y de cómo la experiencia espiritual del iniciador de la Reforma, aunque distinta, ayuda a comprender la mirada de San Ignacio al mundo interior y la búsqueda de liberación interior.
"San Ignacio coincide con Lutero en que nosotros no nos salvamos por nuestras acciones, sino que de entrada Dios, en su amor, nos hace buenos. Las acciones son manifiesto de esta libertad interior, y no surgen con la urgencia de no condenarse", dijo Garza.
"El mundo ya no es meramente el escenario de la justificación, pero al mismo tiempo se sacraliza; el mundo es el ámbito de la realización personal libre, y las acciones son derivadas de la gratuidad de la libertad".
Esta mirada ignaciana al mundo, aclaró González, es una mirada implicada con la realidad, involucrada con los gozos y desgracias de los seres humanos, e implica una nueva imagen de Dios, en la que Él habita toda la realidad y le da sentido al mundo, al romper con esquemas dualistas.
"Esta mirada asume tensiones. Es una mirada entre la indiferencia y el magis. La indiferencia es libertad para amar como absoluto a Dios y todo lo demás como medio. Y está ahí el magis, el darlo todo", dijo el jesuita.
"El interés por el mundo no es un imperativo moral"
Garza mencionó que, por un lado, está la mundanidad; acciones y actitudes que quitan la libertad al investirse de actitudes egoístas y ciegas. Y por el otro, el mundo como escenario de libertad y de encuentro con Dios.
"La misión de la Compañía de Jesús es ir al mundo, en donde se juega la esclavitud o la libertad del hombre. El interés por el mundo no surge de un imperativo moral, sino de una experiencia espiritual de sentir internamente el amor apasionado de Dios por este mismo mundo, que es al que somos enviados".
Para González, es incorrecto seguir dividiendo al mundo en dos —el terrenal y el sagrado—, cuando, señaló el jesuita, Dios lo habita todo, y es a la vez el lugar en el que es posible la realización humana.
"La historia humana y la historia de la salvación no corren por dos pisos; es una sola historia, y Dios no acontece como imposición de algo mejor más allá, sino en el interior de la persona, en sus anhelos de libertad, de bienestar para sí mismo y los demás", declaró.
El pensamiento jesuita en la actualidad sigue siendo pertinente, explicó González, porque parte de la realidad. "Está anclado a lo que hay, no a lo que debería ser. Parte de la realidad, ve lo que acontece en el mundo y toma partido en él", dijo.
Al tomar como ancla el contexto real, el ser humano puede asumir las tensiones de aquello que parece contrario, como la "contemplación en la acción" —expresión que el jesuita Jerónimo Nadal (1507-1580) empleó, refiriéndose a San Ignacio—, e impulsa una visión abierta a los desafíos.
"La libertad, sin embargo, es cada vez más un espejismo en el que se diluyen la depredación y ausencia de pensamiento", dijo Garza. La actualidad se enfoca más en los medios que en los fines; las recetas para la felicidad, los manuales y la acumulación de riquezas como vía para la realización personal, la cual, afirmó el jesuita, ni si quiera nos detenemos para preguntarnos cuál es.
"Hay una urgencia de recepción de la libertad interior que nos permita mirar el mundo de otra manera, a mí mismo, para apropiarme, como diría San Ignacio, de mis propios deseos".
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