¿Por qué hablamos como hablamos?
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¿Por qué hablamos como hablamos?
El destacado lingüista Luis Fernando Lara habló en el Café Scientifique sobre los enigmas aún existentes en el origen del lenguaje.
Enrique González
Se sabe que el ser humano aprendió a cazar en grupo y a hacer abstracciones del mundo que lo rodeaba (orígenes del arte) gracias a los arqueólogos y a las pinturas rupestres.
Además, hay conocimiento de que las personas comenzaron a ser sedentarias debido a que dejaron rastros de sus cultivos y porque alrededor de ellos había señales de los animales que domesticaban.
Pero, ¿qué rastros físicos dejó el hombre de las primeras frases hiladas que pronunció? ¿Cuáles habrán sido? ¿Cómo o cuándo unió consonante y una vocal y dijo "Yo"? ¿Cómo el ser humano empezó a multiplicar y emplear en su vida sustantivos, verbos, artículos o preposiciones para pasar de sus primeros balbuceos para conseguir comida o refugio hasta llegar a Hamlet o El llano en llamas?
Estos son los terrenos en los que se desenvuelve Luis Fernando Lara, una de las principales autoridades latinoamericanas en lingüística y desarrollo del lenguaje y conferenciante invitado al Café Scientifique ITESO el martes 1 de septiembre, día en que este proyecto de divulgación de la ciencia celebró su undécimo aniversario.
"No tenemos ninguna idea de cómo habrá aparecido la facultad de hablar ni de cómo hablarían o qué hablarían estos Homo sapiens de hace 200 mil años... Se desarrolló el cerebro y entonces empezó a desarrollarse la facultad de hablar", comentó Lara, reconociendo que a lingüistas y neurólogos aún les quedan enigmas por resolver en torno a cómo surgió y cómo se ha ido desarrollando esta potente herramienta del ser humano.
"Las lenguas humanas son algo absolutamente notable en el mundo animal; no hay ningún animal que tenga un lenguaje que le sirva para comunicarse como a nosotros las lenguas, ninguno que pueda utilizar su lenguaje para una declaración de amor o para escribir un tratado de física cuántica", sentenció el doctor en Lingüística, integrante de El Colegio Nacional y autor del libro infantil Diccionario para armar.
El ADN de las palabras
¿Qué elementos contiene una palabra para provocar tal o cual reacción en el cerebro?
Lingüistas y neurólogos, recordó el también autor del Diccionario del español de México, trabajan para establecer los vínculos entre ciertos estímulos lingüísticos y lo que ocurre debido a ellos en la corteza cerebral, investigaciones relacionadas con el ADN y el ADN mitocondrial.
"La investigación genética nos brinda la posibilidad de pasar de la mera especulación a la hipótesis, aunque todavía no a la teoría".
Para ejemplificar lo complejo que es el tema del aprendizaje y estudio del lenguaje, Lara mencionó que una lengua como el español tiene 21 sonidos (no letras) los cuales podrían generar más de 51 trillones de combinaciones de sonidos. Sería imposible entendernos si las usáramos todas, pero gracias a que hemos articulado los sonidos en sílabas (tiene que haber una vocal obligatoriamente), se han restringido las combinaciones.
"No sabemos cuántas palabras tiene ninguna lengua. Los diccionarios se hacen propaganda diciendo: ‘¡este diccionario tiene 300 mil palabras!', y todo el mundo piensa que esa lengua tiene 300 mil palabras, pero no es cierto", dijo Lara, quien aclaró que mientras un diccionario con 300 mil palabras es un diccionario bien hecho, los seres humanos solemos emplear en nuestra vida cotidiana no más de ocho mil. ¿Alguna vez has dicho renvalso, pergeño o marola?
"Mientras haya gente que hable una lengua, el número de palabras va creciendo, y muchas van cayendo en el olvido".
¿Entiendes un semáforo?
El también investigador emérito del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), integrante de la Academia Mexicana de Ciencias y admirador de Jean Piaget utilizó un ejemplo para destacar otro elemento para que funcione cualquier lengua: el acuerdo previo.
Pensemos en un semáforo en cualquier ciudad del mundo.
"Si alguien no tiene contexto ni información previa de lo que significan el verde, el ámbar y el rojo, simplemente podría decir: ‘¡qué buena idea, poner tres foquitos tan bonitos en esa esquina!".
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