Estudian alternativas para producir biocombustibles
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Estudian alternativas para producir biocombustibles
Alumnos colaboran en el desarrollo de una biorrefinería como parte del proyecto Nerixis, que se realiza en el Cinvestav Guadalajara.
Adriana López-Acosta
Mientras que el petróleo se agota, el mundo voltea hacia los biocombustibles como alternativa. La idea de maíz, caña de azúcar y otros comestibles como fuente de energía suena prometedora para unos, pero injusta para otros.
El uso de comestibles ha alertado a organizaciones como Oxfam International y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), quienes encuentran una conexión entre las demandas de biocombustibles con el alza del precio de los alimentos.
Mientras que el Parlamento Europeo votó el año pasado por que los biocombustibles de primera generación no excedieran seis por ciento del uso final de energía en transporte para 2020, laboratorios de investigación en países como el Reino Unido y Alemania buscan en los residuos de los cultivos alimentarios la respuesta ecológica y sustentable para el futuro.
Hay empresas como Novozymes, en Dinamarca, que teorizan que si se toma tan solo 20 por ciento de los residuos agrícolas y forestales de Europa, se podría cubrir hasta la mitad de la demanda de gasolina en el continente. El reto es encontrar la tecnología necesaria para convertirla en biodiesel.
Una alternativa
México se une esta búsqueda. Desde hace tres años Víctor Sevilla Güitrón, ingeniero químico y profesor del ITESO, forma parte de un proyecto que pretende diseñar biorrefinerías que produzcan biomateriales y biocombustibles de segunda generación, es decir, producidos a partir de materias primas que no son fuentes alimenticias, que pueden ser restos de cosechas, tallos de maíz, bagazo de caña, entre otros residuos orgánicos que, por su estructura química, son llamados materiales lignocelulósicos.
Este proyecto, de carácter multidisciplinario y llamado Nerixis, emana de la Secretaría de Energía (Sener), que ha financiado tres años de la investigación. Dirigido por Arturo Sánchez Carmona, se realiza en la Unidad de Ingeniería Avanzada del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional Unidad Guadalajara, y cuenta con la colaboración de nueve instituciones más en el resto del país. En el Laboratorio de Biocombustibles en Guadalajara se investiga un proceso de la biorrefinería llamado pretratamiento de la materia prima, y se utiliza particularmente la paja de trigo. La investigación es parte del Doctorado en Ciencias en Ingeniería Eléctrica, que Sevilla concluirá en diciembre.
"Lo que hacemos en el Cinvestav es el diseño de la planta y el análisis de cómo va a funcionar a nivel de procesos el diseño y evaluación económica de la biorrefinería; qué procesos lleva esa fábrica para que, a partir de una materia prima, tenga diferentes productos", dice el también egresado del ITESO.
Con 12 años como profesor de asignatura, ha invitado a estudiantes de Ingeniería Química a colaborar, ya sea como voluntarios o estudiantes del Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) "Programa de apoyo a centros de investigación externos". Los alumnos apoyan con la investigación, el diseño y las simulaciones en computadora de los procesos, en el laboratorio. Algunos, cuenta, se quedan como becarios y después han sido contratados para integrarse al proyecto formalmente.
Mucho por hacer
El reto de Nerixis es producir material vegetal para la coproducción de bioetanol, biogás, hidrógeno, y hasta se contempla la posibilidad de biomateriales para productos farmacéuticos.
Dividido en tres etapas, el proyecto se encuentra a punto de comenzar su última fase. Durante el primer periodo se llevaron a cabo la evaluación y las pruebas de laboratorio para generar resultados, posteriormente se hicieron los experimentos y la etapa piloto, esto en la segunda etapa; mientras que la tercera etapa implicará publicaciones científicas a nivel internacional, congresos libros, patentes, entre otros productos.
Sin embargo queda mucho camino para lograr que la construcción de una biorrefinería y sus resultados sean rentables; las materias primas de segunda generación son materiales más complejos, y convertirlos en biocombustible es aún es más tardado y costoso. Además, en México todavía se hacen importaciones de insumos para el proceso que son caros y no se cuenta con los recursos para fabricarlos localmente.
Sevilla confía en que, a mediano plazo, pueda existir una biorrefinería piloto con todo el tren de producción a gran escala.
"La idea más grande del proyecto es tener una investigación sólida en México acerca de biocombustibles y este tipo de biorrefinerías; antes no existían este tipo de investigaciones (en el país), y hay ahora mucha información fiel y de alto nivel con la cual se pueden tomar decisiones".
A punto de concluir su tesis doctoral sobre el diseño y la evaluación tecno-económica de esta biorrefinería, se siente orgulloso del involucramiento de sus alumnos en el proyecto, de su aportación a un nuevo modelo de energía, y de ver que los resultados que ha obtenido de sus estudios han sido aceptados en la comunidad internacional de investigación.
"Nuestro trabajo ha dado vueltas por todo el mundo… Fui a Grecia a presentarlo, hay publicaciones que se están leyendo en Brasil, en Estados Unidos; en el primer mundo estas investigaciones llevan años, y en México no hay esa investigación y muchas veces se importa la tecnología y el conocimiento, entonces es una satisfacción (ser de los pioneros)", comenta.
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