Nos han hecho perder el miedo a la muerte
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"Nos han hecho perder el miedo a la muerte"
Norma Romero y Pedro Pantoja, defensores de los derechos humanos de los migrantes en México, compartieron en el ITESO su experiencia.
Enrique González
"Allí donde esté el cuerpo, están los buitres… Esto lo dijo Jesús. Allí donde esté el migrante huele, apesta para el Estado mexicano".
El sacerdote Pedro Pantoja dejó durante algunas horas su trabajo como asesor en la Casa del Migrante de Saltillo –también conocida como Belén Posada del Migrante– para venir al ITESO y ejemplificar, con una frase incluida en La Biblia, la desoladora situación que viven miles de inmigrantes centroamericanos en su paso por México y que él experimenta en carne propia desde hace más de un decenio.
Pantoja ha atendido a hombres mutilados o golpeados por el crimen organizado y distintos cuerpos policiacos mexicanos (ejército, policías municipales y estatales) y a mujeres violadas decenas de ocasiones desde Tapachula hasta Saltillo; ha sido amenazado; ha alimentado a decenas de miles de centroamericanos; ha visto la connivencia entre autoridades y cárteles y ha perdido el miedo a la muerte.
"Yo estoy en el territorio privilegiado de los Zetas", recordó Pantoja, desatando algunas risas nerviosas en el Auditorio M del ITESO, en la jornada inaugural del coloquio "Abriendo caminos para la hospitalidad", en el marco del Encuentro de la Red Jesuita con Migrantes Centroamérica y Norteamérica que se lleva a cabo en la Universidad Jesuita de Guadalajara.
"Nos han hecho perder el miedo a la muerte, y esa es una cualidad nueva del defensor de migrantes. No es cierto que vamos avanzando… El crimen organizado le da clases al Estado mexicano como empresa: capacidad, eficiencia, infiltración; esto lo ha permitido el Estado mexicano abiertamente".
En un diálogo que giró en torno a la hospitalidad y la labor de los defensores de los derechos de los migrantes ante un fenómeno plagado de violencia e inoperancia gubernamental (se calcula que más de 100 mil centroamericanos intentan cruzar cada año la frontera entre México y EEUU), al lado de Pantoja estuvieron Norma Romero, una de las líderes del grupo veracruzano Las Patronas (que alimentan y brindan todo tipo de asesoría y acompañamiento a los migrantes) e Irazú Gómez, responsable del Programa de Asuntos Migratorios del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, SJ de la Universidad Iberoamericana (Uia) Puebla.
"Ellos [los migrantes] necesitan espacios amorosos donde se reconozca su humanidad y su dignidad, que se reconozcan como seres humanos, independientemente de su condición migratoria", afirmó Gómez, en lugar de una política esquizofrénica por parte de los gobiernos involucrados, el mexicano y los de Centroamérica, que por un lado hablan de respeto a los derechos humanos y por otro organizan "cacerías de inmigrantes", operativos a cargo de distintas instituciones policiacas, denunció la académica.
"No podemos ser espectadores. Los tiempos que se nos vienen no son fáciles"
Norma sabe perfectamente a qué se refería la investigadora de la Uia. El grupo de mujeres del que forma parte, ganador el año pasado del Premio Nacional de Derechos Humanos, ha visto de frente los rostros desesperados de seres humanos, hombres, mujeres y niños a los que la violencia y la miseria extrema han expulsado de sus países. A muchos no les importa morir; el destino final lo vale.
"Para mí son admirables las ganas y todo lo que implica ver que no se dan por vencidos, que tienen un sueño. En Roma [adonde fue a dar una charla en la Universidad Gregoriana] me encontré con muchos hondureños; me dio mucho gusto y les dije: ‘¿Cómo le hicieron?' Es admirable la fuerza de voluntad que tienen y la capacidad de decir: ‘No importa cuántas fronteras tenga que cruzar'", dijo Norma.
"Cuando iniciamos [hace más de 15 años] pensábamos que sólo dar de comer y dar agua era suficiente para que ellos pudieran lograr ese sueño, que hoy en día es una pesadilla, pero nos dimos cuenta que les hacían falta otras cosas, como eran la atención a la salud, el acompañamiento cuando ellos tenían percances en su caminar, la inseguridad…".
Norma y el padre Pantoja han acudido a distintos foros en México y el extranjero (Universidad de Oxford, la UNAM o Madrid, entre otros) para extirpar el miedo de la sociedad hacia los migrantes, para decirles a estudiantes y ciudadanos que también tienen derechos, que lo que quieren es mejorar sus vidas, que dejaron atrás a sus familias para intentar enviarles algo de dinero desde Estados Unidos, que están en constante peligro, que en cualquier momento pueden ser secuestrados, extorsionados o asesinados por un grupo criminal y eso tiene que parar.
"Mientras más retos haya, más contentas nos sentimos; mientras los retos sean más difíciles, más fuerte te hacen y te hacen ser más consciente. Vale la pena luchar, vale la pena morir con Dios y con dignidad. Eso lo tenemos muy claro", subrayó Norma.
"Compartir con la sociedad civil nos ha permitido que muchas personas conozcan el tema de la migración y puedan ayudar", añadió. "No podemos ser espectadores. Los tiempos que se nos vienen no son fáciles".
Pero además de la voluntad de la sociedad civil y el esfuerzo de defensores como él, Norma y muchos más, Pantoja dejó muy en claro que para atacar el problema de raíz hay un actor fundamental que en estos momentos está lejos de cumplir su parte.
El gobierno de México, aseguró, ha sido un socio "totalmente congruente con el crimen organizado; la política ha sido el aceleramiento de la violencia contra la población migrante", sobre la que se ejerce una crueldad social que los convierte en criminales cuyos derechos pueden ser ignorados una y otra vez y de quienes, dijo, se pueden aprender muchas cosas acerca de la injusticia, la desigualdad, la solidaridad, la cooperación internacional, las fronteras o el rol que debería desempeñar la Iglesia católica. En resumen, aprender acerca de la historia actual del mundo.
"Es increíble el potencial de esta caravana hambrienta, empobrecida y violentada".
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