Millones sufren escasez de agua, y la cifra aumentará
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Millones sufren escasez de agua, y la cifra aumentará
El especialista Esteban Castro indica que la ciudadanía tiene poca injerencia a la hora de decidir cómo se gestionan los recursos hídricos.
Enrique González
Más de mil millones de personas no tienen acceso al agua potable, calcula la Organización Mundial de la Salud (OMS), mientras que en metrópolis como la Ciudad de México o Nueva York cada habitante consume en promedio alrededor de 300 litros diarios y el planeta se bebe diariamente unos 73 millones de litros de agua embotellada, pagando por ella hasta mil veces más de lo que pagaría si la bebiera de la llave.
Además, ¿cuánto vale el agua? ¿Podemos ponerle el mismo precio al agua que consume un niño que a la que consume Apple o Coca-Cola para producir iPhones y refrescos?
Los graves problemas en torno al agua, ese vital recurso cuya presencia en los hogares, el sector industrial o agropecuario muchos dan por descontado, no hacen más que agudizarse, generando "guerras por el agua", especulación, conflictos sociales y políticos, el desabasto de muchos y el enriquecimiento de pocos.
Esteban Castro, sociólogo argentino adscrito a la Universidad de Newcastle y doctor en Ciencia Política por la también británica Universidad de Oxford, es una de las principales autoridades en el tema de la gestión y saneamiento del agua a escala global, razones por las que el ITESO y otras instituciones educativas lo trajeron a Guadalajara para ofrecer conferencias y talleres sobre ecología política, luchas ciudadanas por el agua y la responsabilidad gubernamental. Sus casi 20 años de trabajo le han permitido analizar casos y dinámicas concretas en Europa, África, Sudamérica y México, y a pesar de todo lo que ha descubierto intenta mantener una visión positiva.
"Según un informe de la Unesco no hay un solo país del planeta que sepa con rigor y certeza cuánta agua tiene, dónde la tiene, quién la extrae, para qué la extrae, cuándo la extrae… Es de una irracionalidad absoluta. Ni Finlandia, ni Israel, ni Holanda lo saben… ¡Imagínate lo que nos espera a nosotros los latinoamericanos!", lamenta Castro, quien ha coordinado proyectos de alcance intercontinental como Waterlat, Gobacit o PRINWASS.
¿Y cuando las autoridades no quieren escuchar?
Las guerras por el agua (Brasil, México, África o Medio Oriente, principalmente), las luchas de grupos sociales en los cinco continentes por tener un acceso justo a este recurso, suelen toparse con la reticencia de gobiernos u organismos como el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para los que el camino de la privatización –a veces encubierta– es el único posible.
"Hagan lo que hagan los ciudadanos, cuando un gobierno decide no escuchar es impenetrable, y uno tiene esa sensación en México todo el tiempo, tristemente", señala Castro, autor del libro Water, power and citizenship. Social struggle in the basin of Mexico, en el que analizó el caso de Proactiva Medio Ambiente CAASA, empresa con capital de origen francés (Veolia Environnement) que gestiona y sanea las aguas de Aguascalientes y en los años noventa fue rescatada por el gobierno estatal con una suma multimillonaria que ni a Castro ni a nadie ha querido revelar.
"Ahora tienen contratos donde la inversión es pública, pero la gestión es privada", señala el investigador, o lo que llama "privatización por la izquierda", más encubierta, un nuevo modelo avalado por el BM, el BID o el FMI, quienes se dieron cuenta de que la privatización íntegra impulsada por el modelo neoliberal a partir de los 80 era un error.
"Aprendieron de las derrotas. Hablar de privatización reduce el problema, prefiero hablar de mercantilización; a veces no hace falta privatizar, es más lío para los empresarios, mejor mercantilizas", comentó, un proceso que intentará explicar en su siguiente libro, próximo a publicarse: Elementos para una crítica de la política neoliberal del agua, aunque su editora le sugirió, para vender más, que lo titulara Contra la privatización del agua.
"[La mercantilización] para mí es el triunfo de la política neoliberal: la gestión pública ha sido vaciada de la ética de lo público y ha sido remplazada por una ética mercantil; una empresa pública hoy se comporta igual que una empresa privada".
"México es un caso curioso, es un país pionero en la gestión del agua, en la legislación del agua, en tener instituciones nacionales para el agua, hay que reconocerlo. ¿Y por qué si es pionero ahora es un desastre?", se pregunta Castro.
En México hay zonas desérticas, una escasísima captación de agua de lluvia, contaminación de ríos por parte de la industria, despilfarro en las ciudades.
"Hay gente que cree que las instituciones o las leyes son suficientes, lo cual es un romanticismo incomprensible", subraya Castro, quien recuerda que las instituciones, en cualquier parte del mundo, pueden ser manipuladas para hacer todo lo contrario, "y México desgraciadamente es un ejemplo de esto".
A escala global, advierte, ya hay bancos e instituciones financieras que sugieren invertir en el agua, el siguiente gran "producto" o commodity, lo cual dejaría importantes decisiones en torno a la gestión equitativa del líquido en manos de inversores cuyo único objetivo es obtener ganancias.
Chile es, por ahora, el único país en el que la privatización del agua es oficial, aunque China y otros países también lo hacen en África o Argentina, explica Castro.
"El modelo chileno es privatizar hasta los ríos y los acuíferos, comprar tierras para extraer agua. En Chile tú puedes ser dueño de un río, de un lago, de un acuífero y usarlo para respaldo de un crédito, pura política neoliberal del agua".
¿Cómo le ponemos precio al agua?
El agua embotellada es "la mercancía perfecta", afirma Castro, un sector en el que Danone, Coca-Cola o Pepsi manejan un negocio que vale alrededor de 60 mil millones de dólares y echa diariamente a los basureros más de 100 millones botellas que tardarán 500 años –o más– en degradarse.
México es el mayor consumidor de agua embotellada del mundo y sus 8 mil millones de envases consumidos al año representan 13 por ciento del total mundial, mientras que ciudades como Nueva York o San Francisco ya prohibieron a sus gobiernos comprar botellas de agua.
Castro explica que un grupo de expertos –él incluido– definió las diferentes funciones del agua para intentar entender su valor:
Está el "agua para la vida", la que le permite sobrevivir a los humanos y no tiene que estar expuesta a los caprichos del mercado; el "agua ciudadana", que es el derecho de tener toda el agua que quieras 24 horas al día todos los días, y que aunque no es un derecho humano, sí es un derecho que demandan millones de ciudadanos; el "agua mercantil", empleada para producir coches, computadoras, cerveza, ropa y otros productos, y luego está el "agua ilegítima", estrato en el que se encuentra la mayor parte del agua que se extrae y utiliza en el mundo, es decir, millones y millones de litros cúbicos comercializados ilegalmente.
"No hay solución y no la veo muy cercana", dice Castro, quien se consuela con la toma de conciencia de muchos jóvenes con los que ha dialogado, con algunos triunfos sociales en Brasil o Europa, donde se recuperaron ríos y recursos acuíferos; la Ley del Agua de Europa o la utilidad de recursos legales como el "principio precautorio" –no puedes hacer nada hasta que demuestres que no le harás daño al medio ambiente.
La responsabilidad de los sociólogos
"No soy pesimista y tampoco soy un optimista; soy positivo. No soy una persona infeliz, a pesar de que trabajo cosas tan graves", declara Castro, un investigador con plena conciencia de lo importante que es hacer llegar sus descubrimientos a la mayor cantidad de personas posible, no solamente a un reducido grupo de colegas.
"Al final uno quiere que su trabajo se difunda también entre las personas que están en el día a día, batallando, a veces sin saber por qué están peleando", afirma alguien que cree que la sociología debe estar permanentemente conectada con los problemas de la sociedad y que, si se quiere realmente revertir el severo daño causado a los recursos acuíferos del planeta, hay que tratar de educar y formar a la mayor cantidad de ciudadanos y dirigentes políticos.
"A veces ni siquiera están pidiendo la revolución, están pidiendo ser ciudadanos, compartir el estándar de vida que saben que una parte de la sociedad ya tiene; la gente está luchando por entrarle a eso. Los sociólogos tenemos una enorme tarea para que esos sectores tomen conciencia y que los sectores dominantes lo entiendan también".
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